Danzar. Daniel Soutif

Muchas de las obras de Pilar Cossio se caracterizan porque sobrepasan el límite del cuadro. Esto es lo que sucede en sus trashumancias, donde los rinocerontes se escapan de la tela en la que parecen haber nacido para después invadir toda la pared en la que han sido colgados.

Una fuerza incontenible se diría al origen de este evento, atravesar las fronteras de la obra. Pero si en este caso el cuadro es superado atravesando el límite, en otras ocasiones la fuga se realiza a través de su espesor.

Más que una liberación hacia el “Hors Champ”, se trata entonces de una puesta en juego de las transparencias. Las diferentes capas de imágenes se sobreponen sin anularse, excavando así un abismo en el que la pintura parece zambullirse, al mismo tiempo que se hace cada vez más diáfana y ligera.

Que el arte de Pilar Cossio trabaje de éste modo las múltiples figuras de la fuga no sorprenderá a quien siga no sólo la ejecución de estas formas en expansión, sino la temática de sus imágenes.

Emblemas recurrentes de un movimiento tan constante que parece que fuera exactamente esta la condición metafísica del ser, trenes, naves, mapas, perfi les de ciudades, no cesan de pasar de un collage a otro, de una pintura a la siguiente.

Nada es estable. Ninguna naturaleza muerta. Ninguna inmovilidad, en el arte de Pilar Cossio todo se mueve sin tregua como si sólo éste movimiento continuo pudiera darle el origen y la vida.

“Incantesimo” es un cartel de una compañía de navegación triestina que abre las puertas imaginadas de Africa, de Asia y de Australia a Caperucita Roja, que la artista nos ha introducido de contrabando. “Desert Song” es una fotografi a de Santa Teresa de Bernini, pegada entre dos locomotoras en unos billetes del
trayecto de Rom´a-Turin, que da seguramente un nuevo significado a su éxtasis. El éxtasis del viaje.

Un saxofonista se encuentra pegado y duplicado en otro billete de tren.De la campana de una trompeta surge un transatlántico.

Un violoncello divide una obra desde la verticalidad de sus cuerdas.

No olvidemos en éste caleidoscopio de formas e imágenes en expansión constante el uso frecuente de referencias musicales, sobre todo de aquella música que se improvisa. Y es que también la música es movimiento, otra manera de sugerir una fuga radical. Y esta vez ya no a través de los límites del cuadro, sino a través de los límites de la visión misma.

Será por eso que últimamente, pies y sobre todo zapatos – especialmente útiles a quien sólo sueña con viajar – han invadido las obras de Pilar. Quién sabe si habitada por la música, su arte no se hubiera puesto a bailar.

DANIEL SOUTIF

Paris, febrero 2002